¿Será 2021 el año de la inflación?
Los índices de precios en todo el mundo parecen registrar un repunte en los
primeros meses de 2021. Después de un año marcado por las caídas de precios y
con los tipos de interés en mínimos, la atención de los mercados se centra
ahora en una hipotética vuelta de la inflación.
¿Debería preocuparnos esta posibilidad? ¿Es preocupante un incremento de la inflación para la economía?
En este artículo intentaremos dar respuesta a esta pregunta.
¿Todo aumento de precios es inflación?
«La inflación, como fenómeno monetario, consiste en la
pérdida continuada del poder adquisitivo de una moneda».
Lo primero que debemos tener en cuenta es que hay que diferenciar entre
aumentos eventuales de precios en sectores concretos y la inflación en general, como fenómeno
monetario. En el primer caso, se trata de movimientos a corto plazo de precios
de determinados bienes o servicios, motivados por cambios temporales en los
patrones de demanda o en las condiciones de producción. En numerosas ocasiones
estos cambios pueden ser reversibles a medio plazo, aunque ello depende otros
factores como la competencia o la elasticidad.
Pensemos, por ejemplo, en el aumento del precio del material sanitario
durante los primeros meses de la pandemia. En este caso, coincidieron en el
tiempo la extensión del virus por todo el mundo y el cierre parcial de la
industria china. Esta combinación de menor oferta y mayor demanda se tradujo en
una escasez relativa que las economías de mercado reflejan con precios más
elevados.
Sin embargo, este encarecimiento del material sanitario en muchos países
fue acompañado de bajadas de precios en bienes y servicios de consumo social
(viajes, hostelería, etc.). En esos casos no ha existido un fenómeno
inflacionario propiamente dicho, sino simplemente una transferencia de consumo
de unos sectores a otros que se ha reflejado en los precios.
Por el contrario, la inflación, como fenómeno monetario, consiste en la
pérdida continuada del poder adquisitivo de una moneda. Dado que la escasez
relativa de todos los bienes y servicios de la economía se expresa en relación
a esa moneda a través de los precios, la percepción es que éstos suben, aunque
no hayan cambiado las condiciones de producción.
Por tanto, un aumento de la cantidad de dinero en circulación puede hacer
subir los precios si la producción no la acompaña con un crecimiento
equivalente. Lo mismo podemos decir de una economía donde la masa monetaria se
mantenga estable, pero la oferta se vaya reduciendo.
Cabe destacar que los efectos inflacionarios de la emisión monetaria no
siempre son predecibles. En un entorno de incertidumbre, por ejemplo, puede
aumentar la demanda de dinero y caer su velocidad de circulación, porque los
agentes económicos tienen una mayor preferencia por la liquidez. En otras
palabras, aumentaría el atesoramiento de dinero como activo refugio. Una
situación que hemos vivido a lo largo de esta crisis, y especialmente al
inicio.
En este contexto la cantidad de dinero que realmente circula en la economía
tendería a caer, por lo cual una expansión monetaria podría intentar
compensarla para mantener los precios estables. De esta manera, el objetivo
puede no ser generar inflación, sino solamente evitar la deflación.
Por otra parte, en economías con mercados financieros muy desarrollados y
bajo ciertas condiciones, una expansión monetaria puede tardar meses e incluso
años hasta traducirse en inflación. En la eurozona, por ejemplo, en el periodo
2011-2019 el agregado M2 ha crecido a una media del 4,65% anual mientras la
tasa de inflación apenas se ha acercado al 2%.
¿Es la inflación un fenómeno monetario?
Como podemos observar en la gráfica que se muestra a continuación, esta tendencia parece confirmarse también en Estados Unidos. La evidencia demuestra que en todo el siglo XXI la cantidad de dinero ha crecido un ritmo muy superior a los precios. Cabe destacar que esta conclusión es válida tanto para el índice general de precios al consumo, como para los precios de bienes menos volátiles.
Por lo tanto, parece imposible afirmar la existencia de una relación causal
directa entre los precios y la masa monetaria. En otras palabras, no parece
haber una regla matemática infalible que nos permita predecir la inflación
resultante para una cantidad de dinero determinada. Sin embargo, esta negativa
no invalida el carácter monetario de la inflación.
¿Cómo podemos explicar entonces que la inflación sea un fenómeno monetario,
pero a la vez el dinero pueda crecer mucho más rápidamente que los precios? La
explicación es muy sencilla: la ecuación está incompleta.
Anteriormente comentábamos el papel del agregado M2 (es decir, la oferta
monetaria), pero hasta ahora no hemos tenido en cuenta la demanda. Recordemos
que el dinero está sujeto a las mismas reglas de oferta y demanda que rigen
para todos los bienes en el mercado, más allá de los condicionantes que imponen
los bancos centrales.
Uno de los indicadores más fiables de la demanda de dinero suele ser
su velocidad de circulación, que es inversamente
proporcional a ésta. Cuando una moneda pierde la confianza del público, las
personas tienden a desprenderse enseguida de ella y así pasa de unas manos a
otras con rapidez. Por el contrario, si en un entorno de incertidumbre los
mercados demandan más dinero líquido como activo de reserva, el ahorro crecerá
en detrimento del consumo y la moneda circulará más lentamente.
Como podemos observar en la gráfica, eso es precisamente lo que ha ocurrido
en Estados Unidos. Dado que el dólar suele considerarse un activo refugio, su
demanda suele aumentar con fuerza en periodos de crisis, hundiendo su velocidad
de circulación. La mayor de estas caídas en todo el siglo XXI ha sido la
provocada por la pandemia, llevando a que el dólar circule a finales de 2020 a
un ritmo de crecimiento inferior, aproximadamente, del -50%, respecto a la
velocidad que presentaba la moneda norteamericana en el año 2000.
Por tanto, la baja inflación de los últimos 20 años, en un contexto de
expansión monetaria, sólo puede entenderse si incluimos en el análisis el papel
de la demanda de dinero. De esta manera se podría haber contenido el aumento de
los precios, contando con otros factores adicionales como el tamaño de los
mercados financieros y el crecimiento del PIB.
No obstante y como hemos comentado en artículos anteriores,
ello no excluye que haya podido haber otras distorsiones en los precios
relativos que los índices de inflación no suelen recoger.
¿Vuelve la inflación?
«Si el precio de un producto sube es porque es
relativamente más escaso con respecto a su demanda o al volumen de dinero
circulante que da derecho a comprarlo».
Volviendo al contexto actual, los índices generales de inflación parecen
experimentar un repunte en todo el mundo. Alemania, un país caracterizado por
su disciplina a la hora de mantener la estabilidad de precios, prevé una
inflación cercana al 3% este año según el Commerzbank. En Estados Unidos, la
tasa interanual de marzo llegaba al 1,7%, y en México, la autoridad monetaria
ha decidido mantener los tipos de interés para contener el aumento de los
precios, que teniendo en cuenta los recursos energéticos ya se acerca a ritmos
que rebasan el objetivo previsto por Banxico. Todo ello, después de un 2020
marcado por la deflación en muchos países del mundo.
¿Cómo podemos entender este fenómeno a la luz de las explicaciones
anteriores? Podemos quedarnos en la causa inmediata, es decir, el aumento de
los precios del petróleo en los últimos meses, pero se trataría de un análisis
incompleto.
Si adoptamos una perspectiva más amplia, podremos entender que si el precio
de un producto sube (sea el petróleo o cualquier otro bien o servicio) es
porque es relativamente más escaso con respecto a la cantidad demandada o al
volumen de dinero circulante que da derecho a comprarlo. Esto nos lleva a tener
en cuenta dos factores esenciales: la reactivación del consumo y la política
monetaria.
El primero de ellos tiene una explicación sencilla, y es una consecuencia
de la recuperación paulatina de ciertos hábitos de consumo anteriores a la
pandemia. Recordemos que a medida que avanza la vacunación en muchos países y
se aplican medidas menos restrictivas que las de la primera cuarentena, el
gasto en ciertos sectores se puede ir recuperando lentamente.
Esto supone un incremento de la demanda de productos cuyo precio se había
derrumbado (como el petróleo), el cual no siempre puede ser acompañado por un
aumento proporcional de la oferta debido a la incertidumbre y a la
descapitalización de muchas empresas. Como ya hemos comentado, esta
coincidencia de más demanda y menos oferta podría estar empujando al alza
determinados precios.
No obstante, si esto fuera así, la tendencia ascendente podría moderarse a
largo plazo si la incertidumbre se despeja en los mercados y las empresas
vuelven a invertir para expandir su producción. Bajo este escenario, podríamos
esperar un cierto repunte de la inflación durante un tiempo, así como, luego,
una nueva corrección a la baja.
El peligro de la inflación
«La estrategia de imprimir dinero para reactivar la
producción y que bajen los precios podría ser tan peligrosa como intentar
apagar un incendio con gasolina».
Por el contrario, si tenemos en cuenta el factor monetario, las previsiones
no serían tan optimistas. Después de un año de fuerte expansión monetaria, el
repunte del consumo y la inversión en activos menos líquidos podrían ser una
señal anticipada de que los mercados no demandan todo el dinero que han impreso
los bancos centrales. De hecho, al menos en Estados Unidos, la velocidad de
circulación de la moneda se ha recuperado parcialmente en la segunda mitad de
2020, lo cual no ha impedido que la FED siga haciendo crecer la base monetaria.
En este escenario, si se mantienen las condiciones actuales. es posible que
los precios sigan subiendo al reducirse la preferencia de los mercados por la
liquidez. Sin embargo, si la inflación mantiene su tendencia alcista, no habría
que descartar cambios en la política de los bancos centrales, cuyo mandato
principal consiste en asegurar la estabilidad de precios.
En cualquier caso, el mayor problema del aumento de los precios sigue
siendo el efecto distorsionador sobre los mercados, el cual no suele
solucionarse con políticas monetarias expansivas. Más bien al contrario,
inundar los mercados de liquidez, en ocasiones, puede provocar ineficiencias
por el hecho de que propicia inversiones poco rentables y asignación de
recursos a sectores que no tienen una demanda equivalente; todo ello, en
detrimento de otros que, también en determinadas ocasiones, podrían generar más
valor a la sociedad.
Por tanto, es necesario advertir que la idea de facilitar la inversión para impulsar la oferta y bajar los precios puede salirnos bien, o acabar agravando el problema, como quien pretende apagar un incendio con gasolina. Es difícil prever la evolución de los precios en un entorno tan cambiante y en economías aún dependientes de su situación sanitaria, pero en cualquier caso no caben dudas de que la inflación será uno de los focos de atención de los mercados a lo largo de este 2021.
FUENTE: https://economipedia.com/
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