¿Cómo educar para el futuro?

¿Cómo educar para el futuro?

El mayor regalo que podemos ofrecer a las generaciones que vienen detrás es su educación. Una educación que les sirva para enfrentarse a los problemas del futuro.
Frente al “sage on the stage”, “guide on the side”. O dicho en nuestro idioma, frente a las clases magistrales de profesores que llegan, cuentan y se van, aquellos que aconsejan, ofrecen ideas, que explican, que se muestran como guías y que proponen caminos para la investigación y la comprensión. Todo ello, este último, en un marco colaborativo y donde las nuevas tecnologías deben jugar un papel primordial.
La educación del siglo XX, deudora de aquella del siglo XIX basada en la repetición, memorización y evaluación de los supuestos conocimientos adquiridos, no parece ser la óptima para preparar a nuestros jóvenes
Los retos que el futuro plantea tanto para la vida laboral como para su traducción en nuestro bienestar nos obligan a reconsiderar el método pedagógico del presente. La educación del siglo XX, deudora de aquella del siglo XIX basada en la repetición, memorización y evaluación de los supuestos conocimientos adquiridos no parece ser la óptima para preparar a nuestros jóvenes ante un mundo en cambio permanente, donde los conocimientos, las tareas que uno va a desarrollar y necesitar en su labor como empleado o empleador mutan permanentemente. Ante estas apuestas que el cambio tecnológico nos envida, muchos son los que recomiendan por una reorientación en la práctica educativa que debe iniciarse, incluso, desde las más tempranas edades. Como el gran economista James Heckman no se cansa de repetir, gran parte de la preparación no cognitiva, adquisición de habilidades que no suponen la memorización ni la adquisición de información, debe comenzar en aquellos estadios más tempranos de nuestra educación, entre 0 y 3 años. No obstante, esta práctica educativa debe extenderse a todos los niveles de edades y de educación, aunque ajustándose especialmente en cada fase del aprendizaje y dependiendo de la madurez de los alumnos.

Y es que la disrupción tecnológica supone una serie de retos importantes, exigiendo en particular un nuevo diseño de un sistema educativo óptimo para un futuro que desconocemos. Y es que el gran problema es que no sabemos exactamente qué va a ser de ciertos empleos en el largo plazo. Algunos estudios estiman que al menos el 47% de las ocupaciones existentes hoy no existirán en 20 años. Y aunque muchos creen que estas cifras son excesivas, no niegan un cambio en el paradigma de lo que el mercado desea, muy diferente a lo que deseaba no hace muchos años.
Lo que el mercado demanda con mayor interés son personas capaces de resolver problemas, comunicar, verbalizar, liderar, coordinar
De hecho, ya está ocurriendo. En particular, lo que el mercado demanda con mayor interés son personas capaces de resolver problemas, comunicar, verbalizar, liderar, coordinar, perseverar y que puedan y sepan desarrollar tareas específicas. Necesitan trabajadores con habilidades que les permita absorber los cambios, transmitirlos y aplicarlos. Estas habilidades son en algunos casos innatas, pero en su mayoría se pueden aprender en un proceso de madurez intelectual, adquiriendo habilidades especialmente no cognitivas a lo largo de toda la infancia y adolescencia.

Así, recomiendo la lectura de este informe del Fondo Monetario Internacional donde se debate cuál debe ser la educación del futuro. En dicho informe se señala sin ambigüedades que lo importante para todo trabajador es ofrecer habilidades no cognitivas como las listadas arriba, junto a los necesarios conocimientos tradicionales que no obstante se baten en sutil retirada. Ante un futuro laboral cambiante, los conocimientos tradicionales pueden ser o no útiles, pero aquellas habilidades capaces de amoldarse a estos cambios serán mucho más valorables.
En un trabajo de David J. Deming, publicado en el NBER, se evalúa la demanda de varios tipos de habilidades (skills) por parte de empresas norteamericanas desde los años 80 en los Estados Unidos. Lo que Deming encuentra es que, aunque aún se valoran (y mucho) habilidades relacionadas con el conocimiento obtenido durante los años de estudios, en particular los llamados STEM (science, technology, engineering y mathematics), el peso que va adquiriendo otro tipo de habilidades, las llamadas socioemocionales, es cada vez mayor. Es más, los empleos más remunerados son aquellos que exigen importantes conocimientos de matemáticas y de habilidades sociales.
Algunos países ya han planteado reformas en sus sistemas educativos con el objeto de ajustarlos a estas nuevas demandas

La razón es que estas habilidades permiten a las empresas reducir costes significativamente en un entorno de flexibilidad. Los costes de transacción dentro de la misma, representados como costes de coordinación y de adaptación son menores cuanto mayores son estas habilidades entre sus trabajadores. Por ejemplo, y usando datos del PIAAC para España, aquellos trabajadores que afirman aprender constantemente en su puesto de trabajo reciben un 6% más de sueldo comparado con aquellos que no lo hacen. Los que deben presentar habitualmente los resultados de sus trabajos ganan un 12% más. Los que deben organizar a grupos y liderarlos, un 9,3%. Los que usan la persuasión para convencer a compañeros, jefes y clientes, un 6,3% más [1]. Dado que estos requisitos son mayores en empresas con una mayor transformación hacia las nuevas tecnologías, es factible afirmar que estas habilidades son parte de la respuesta a los retos del futuro.
En este sentido algunos países ya han planteado reformas en sus sistemas educativos con el objeto de ajustarlos a estas nuevas demandas. Por ejemplo, países como Singapur, tan de moda para ciertos ejemplos de éxito, y que por cierto es uno de los países que mejores resultados obtienen en el informe PISA, o el propio México tratando de reajustar su sistema educativo, están experimentado con métodos docentes que van mucho más allá de las formas tradicionales de educación. Así, por ejemplo, han incluido programas para desarrollar elementos que potencien el carácter, la conciencia de ciudadanía, la confianza y todo ello en un marco de excelencia educativa.
En resumen, el mayor regalo que podemos ofrecer a las generaciones que vienen detrás es su educación. Además, una educación que les sirva para enfrentarse a los problemas del futuro. Hay que conocer a Platón, saber dónde caerá la bala del cañón, comprender las razones de la Revolución Francesa o el valor del límite del logaritmo neperiano de una razón de funciones polinómicas. Pero no es menos importante saber entender los problemas, plantearlos, resolverlos y comunicarlos. Como una vez vi en un examen de matemáticas para alumnos en Singapur, la pregunta no es cuánto es la raíz sexta de 64, sino a cuánto hay que elevar 2 para que obtengamos 64. La diferencia es sutil, pero importante. Por cierto, es 6.
Fuente:  Manuel Alejandro Hidalgo. Doctor en Economía en la Universidad Pompeu Fabra donde estudié con los mejores. Antes y desde entonces, mi diversa experiencia me ha permitido observar la realidad económica desde varios puntos de vista. Investigo y enseño por partes iguales, ya que creo que lo segundo permite transmitir el conocimiento obtenido por lo primero. Mi compromiso, ser cada día un mejor comunicador, tanto dentro del aula como fuera de ella.
Vía http://www.vozpopuli.com/manuel_alejandro_hidalgo/

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