En la década de 1960 se realizó una investigación en Harvard sobre "El efecto Pigmalión en el aula".
Los investigadores escogieron al azar a un 20% de los alumnos y comunicaron al profesorado que tenían un nivel superior. Por tanto, cabía esperar de ellos un mejor resultado.
Terminado el programa escolar, estos alumnos elegidos al azar demostraron una mejora notable comparados con el resto.
Las expectativas de los profesores hacia quienes creyeron estar "más capacitados" les motivaron a realizar un esfuerzo extra para progresar en su rendimiento. Es decir, cuando alguien espera lo mejor de nosotros, nuestra tendencia natural es a corroborarlo. Ese es el efecto Pigmalión.
Cuando alguien espera lo mejor de nosotros, nuestra tendencia natural es a corroborarlo.
Goethe decía “Trata a un ser humano como es y seguirá siendo lo que es. Trata a un ser humano como puede llegar a ser y se convertirá en lo que está llamado a ser.”
No hay mayor hechizo transformador que ese.
No somos conscientes, porque no nos lo han contado, de cómo nuestra mirada condiciona necesariamente la calidad del vínculo con el otro.
Pero no solo el vínculo, sino las posibilidades de realización y no solo de todo ser humano, sino de toda forma de vida.
A esto en Psicología se le llama “mirada apreciativa”.
Dar alas, transmitir confianza, infundir valor…
De hecho, se trata de una herramienta poderosísima de transformación que te invito a poner en práctica hacia ti mismo, hacia los demás y hacia la vida.
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