¿Se está recuperando la economía?

FUENTE: https://economipedia.com/


La situación económica en estos momentos se define con una sola palabra: incertidumbre. La recuperación económica, a la luz de los datos, muestra tantas luces, como sombras, en el horizonte.

En lo que respecta a la situación económica en general, la excesiva incertidumbre que se asoma por el horizonte sigue impidiendo la realización de pronósticos fiables sobre los que basar una estrategia de gobierno. Atendiendo a los indicadores económicos, que bailan al son de los contagios, así como a los rebrotes, que siguen sucediéndose a lo largo y ancho del planeta, los propios economistas reconocen la dificultad de extraer escenarios futuros, así como hacerlo con la suficiente confianza, como para afirmar que dicho escenario se acabará materializando.

En este sentido, el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), uno de los principales organismos económicos a nivel mundial, ya avisaba sobre la situación que comentamos. De acuerdo con sus pronósticos, la economía mundial comenzaría a recuperar el dinamismo perdido a inicios del próximo ejercicio. Las previsiones que se exponen en el informe de perspectivas para la economía mundial, recogidas en la última actualización del informe WEO, arrojan un mayor optimismo que, junto al que ofrece la posibilidad de que exista vacuna, dejan un entorno futuro más próspero que el que ahora se presenta.

No obstante, de la misma forma que anunciaba dicho optimismo, el organismo avisaba sobre unos riesgos que deben ser tenidos en cuenta. En este sentido, el apartado, que recibía dicho nombre, mostraba otra realidad que, de cumplirse, podría poner en apuros a muchos mandatarios en el planeta, así como a sus políticas. Pues, de acuerdo con el propio organismo multilateral con sede en Washington DC, la incertidumbre en torno a la proyección de base es inusitadamente aguda. El pronóstico se basa en factores económicos y de salud pública que son inherentemente difíciles de predecir. 


Así pues, la vacuna, los rebrotes, la escasa demanda, los problemas internos de los países, así como otra serie de factores, juegan un papel esencial en la recuperación económica. Sin embargo, estos factores siguen siendo una incógnita en los modelos que se plantean, pues pese a poder aproximarse, no se conocen con la suficiente seguridad como para dejarnos llevar por una autocomplacencia que estaría más que injustificada. Y es que, atendiendo a la pasada publicación de dicho informe, los pronósticos que hacía el FMI, al igual que incluían el aviso, disipaban la pandemia durante el segundo semestre del año; una situación que, a la luz de los datos que hoy conocemos, no se ha dado.

Los riesgos se confirman

De acuerdo con los indicadores, tanto económicos como no económicos, los riesgos de los que avisa el Fondo Monetario Internacional hasta la fecha comienzan a sucederse. Aquellos factores en los que tanto insistía el organismo multilateral comienzan a mostrar ese comportamiento contemplado —que no esperado—, que pretendía poner a las distintas economías contra las cuerdas. Un comportamiento que traería consigo un mayor deterioro del conjunto de economías.

En este sentido, empezando por la presencia del COVID en el planeta, la incidencia acumulada de la pandemia en todo el mundo comienza a mostrar nuevas preocupaciones. Preocupaciones que, incluso, dan cabida a hipótesis, tan preocupantes como utópicas, como lo de que pueda producirse una segunda oleada de dimensiones tan destacadas como la primera. Pues, tal y como reflejan los datos al respecto, seguimos viendo una incidencia que amenaza con una nueva paralización forzosa de la economía; teniendo en cuenta los efectos negativos de dicha situación en economías como la española. 


Por otro lado, en lo que respecta a la demanda y la caída de la actividad económica, esta semana conocíamos los datos sobre la confianza de los consumidores en países tan destacados como Estados Unidos, o en regiones económicas tan importantes como la Unión Europea. En este sentido, lo que reflejan los indicadores de expectativas es que la economía, pese a no estar tan mal como en meses pasados, presenta un peor comportamiento tras despertarse muchos de esos riesgos que tanto temíamos. Por esta razón, las expectativas de estos consumidores ya recogen dicho pesimismo, teniendo en cuenta, además, la posible disolución de una campaña de Navidad; dicho sea de paso, esencial para la economía.

Asimismo, esta situación ha provocado un gran deterioro de los distintos tejidos productivos, encontrándose estos agotados para sortear, una vez más, los efectos de un cierre forzoso de la actividad económica. Aun siendo asimétrico por territorios, el daño que ha hecho la pandemia a las empresas queda recogido en los niveles de actividad económica. Y es que, inevitablemente, contamos con una gran parte de nuestras economías, ligadas a sectores que requieren de contacto social y confianza para que estos se desempeñen de forma óptima. Es el caso de sectores como el sector turístico, que representando el 15% del producto interior bruto (PIB) mundial y sin la capacidad de operar a pleno rendimiento, podría dejarnos esa recuperación asimétrica a la que algunos denominan una recuperación en forma de “K”.

Todo ello, llevándonos a una situación en la que, como recogen los pronósticos e indicadores al respecto, la economía pueda sufrir un mayor deterioro de lo esperado durante el cuarto trimestre, llevándonos a registrar una mayor contracción de la esperada al cierre del año. En este sentido, un deterioro que podría ser paliado con el único suceso optimista que encontramos hasta la fecha: la vacuna. Pero que, teniendo en cuenta que hablamos de un proceso de vacunación muy largo, y de que desconocemos la eficacia de dicha vacuna en su totalidad, podría no ser ese amortiguador en el que confiamos, como Europa a los fondos europeos, la recuperación económica. 

Riesgos pasados, pero presentes

Como hemos analizado, la situación económica que muestra el planeta es bastante incierta. Los riesgos de los que hablaba el FMI, así como los que exponen otras instituciones como la OCDE, mantienen en vilo a mandatarios, así como a economistas, en todo el planeta. Como comentábamos, la incapacidad de proyectar bien dichas variables, en un escenario en el que controlar la pandemia no es una opción, deja un futuro tan lleno de luces como de sombras.

Y es que, a estos riesgos que comentábamos debemos añadir otros riesgos que, de la misma forma, se presentan en el horizonte y deben ser resueltos. En este sentido, se habla de recuperar el daño registrado durante, y derivado de la pandemia; siendo el objetivo de dichas políticas recuperar el nivel de partida que presentaban las economías. Sin embargo, poco nos hemos parado a analizar si el propio nivel de partida al que hacemos referencia era el correcto, o como el actual, también precisaba reformas.


En este sentido, la pregunta, atendiendo a los indicadores, nos lleva a decantarnos más por la segunda opción —la de las reformas—, que por la primera. Pues, tal y como reflejan estos, hablamos de muchos riesgos que, como los elevados niveles de endeudamiento público; el Brexit; los desastres naturales en Latinoamérica y Centroamérica; el declive demográfico europeo y la insostenibilidad de la población; la incapacidad de recuperarse del sector turístico y, en parte, el sector servicios; la guerra comercial, así como otros sucesos, siguen poniendo en riesgo el futuro de nuestra economía.

Todos estos riesgos, de igual forma, se mostraban en 2019. Pues, incluso la desaceleración económica sincronizada, como hacía referencia a la misma el propio FMI, ha pasado desapercibido con la llegada de la pandemia. El COVID, así como los efectos derivados de este, han eliminado de la agenda pública otros asuntos que, siendo muy negativos para la economía, hoy son una referencia a la que volver. Y es que, por mejor que fuese dicha situación en el contraste con la actual, debemos saber que lo menos malo no siempre es lo mejor.

En definitiva, hablamos de sucesos que, sin existir la posibilidad de que puedan convertirse en un cisne negro, la inacción y la falta de consenso en la actuación política podría hacer que dicha imposibilidad pueda materializarse. Es decir, que dichos riesgos se manifiesten y se sucedan; mientras seguimos postergando unas reformas que los economistas, año tras año, recuerdan, pero que para la clase política, independientemente de sus ideas y en aras de favorecer sus intereses más cercanos, así como al electoralismo, no requieren de tanto urgencia; eso sí, con claras repercusiones en las sociedades futuras.

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